César Lévano
El debate sobre la gratuidad de la enseñanza en la universidad pública exhibe en toda su desnudez la pobreza de las ideas en juego, y arroja luz sobre la institución universitaria.La discusión se inició debido a un proyecto de Martha Hildebrandt que propone que los estudiantes que provengan de colegios particulares paguen una pensión mensual equivalente a la mitad de lo que abonaban en su plantel de secundaria.La iniciativa no resuelve nada. En primer lugar, porque los verdaderamente ricos no envían a sus hijos a las universidades del Estado. Encuestas antiguas y recientes en San Marcos, por ejemplo, indican que la abrumadora mayoría de los alumnos son de hogares de capas medias, y de sectores aún más pobres.Si algún porcentaje de ese alumnado estudió previamente en colegios privados, éstos deben de haber sido de nivel modesto. Los fondos consiguientes serían, pues, exiguos. Los trámites investigatorios y administrativos para establecerlo resultarían costosos y burocratizantes. Recordemos, además, que muchos padres recurren a los colegios privados debido a la mala calidad de los públicos. Lo hacen a costa de grandes sacrificios.¿Atenta la propuesta Hildebrandt contra la Constitución? Sí. El artículo 17 expresa: “el Estado garantiza el derecho a educarse gratuitamente a los alumnos que mantengan un rendimiento satisfactorio y no cuenten con los recursos económicos necesarios para cubrir los costos de educación.”El dispositivo no condiciona el ingreso de los jóvenes a la universidad. Habla de quienes mantengan rendimiento satisfactorio; es decir, que estén ya estudiando y rindiendo pruebas.El debate arroja una lección: las universidades públicas padecen clamorosas insuficiencias. No tienen aulas suficientes ni adecuadas, carecen de bibliotecas y laboratorios puestos al día, no otorgan becas para estudios en el exterior (Chile envía este año 2,500 jóvenes a perfeccionarse en Europa y Estados Unidos). Los profesores universitarios del Perú están muy mal pagados.La gratuidad de la enseñanza en todos los niveles es una conquista que se debe respetar. Forma parte del movimiento mundial por el avance democrático, la igualdad y la justicia. Como se sabe, Europa, a diferencia de Estados Unidos, considera deber del Estado la educación gratuita. En Alemania, verbigracia, los estudiantes universitarios sólo pagan una suma modesta para seguro de salud.En Finlandia, el país de mejor nivel educativo en el mundo, la gratuidad es absoluta. Los maestros de primaria y secundaria tienen buenos sueldos y los alumnos, desde libros hasta lápices gratuitos. Todos los estudiantes tienen derecho a una comida caliente.La gratuidad de la enseñanza, desde el jardín hasta la universidad, es emblema de civilización. Hay que reforzarla.
El debate sobre la gratuidad de la enseñanza en la universidad pública exhibe en toda su desnudez la pobreza de las ideas en juego, y arroja luz sobre la institución universitaria.La discusión se inició debido a un proyecto de Martha Hildebrandt que propone que los estudiantes que provengan de colegios particulares paguen una pensión mensual equivalente a la mitad de lo que abonaban en su plantel de secundaria.La iniciativa no resuelve nada. En primer lugar, porque los verdaderamente ricos no envían a sus hijos a las universidades del Estado. Encuestas antiguas y recientes en San Marcos, por ejemplo, indican que la abrumadora mayoría de los alumnos son de hogares de capas medias, y de sectores aún más pobres.Si algún porcentaje de ese alumnado estudió previamente en colegios privados, éstos deben de haber sido de nivel modesto. Los fondos consiguientes serían, pues, exiguos. Los trámites investigatorios y administrativos para establecerlo resultarían costosos y burocratizantes. Recordemos, además, que muchos padres recurren a los colegios privados debido a la mala calidad de los públicos. Lo hacen a costa de grandes sacrificios.¿Atenta la propuesta Hildebrandt contra la Constitución? Sí. El artículo 17 expresa: “el Estado garantiza el derecho a educarse gratuitamente a los alumnos que mantengan un rendimiento satisfactorio y no cuenten con los recursos económicos necesarios para cubrir los costos de educación.”El dispositivo no condiciona el ingreso de los jóvenes a la universidad. Habla de quienes mantengan rendimiento satisfactorio; es decir, que estén ya estudiando y rindiendo pruebas.El debate arroja una lección: las universidades públicas padecen clamorosas insuficiencias. No tienen aulas suficientes ni adecuadas, carecen de bibliotecas y laboratorios puestos al día, no otorgan becas para estudios en el exterior (Chile envía este año 2,500 jóvenes a perfeccionarse en Europa y Estados Unidos). Los profesores universitarios del Perú están muy mal pagados.La gratuidad de la enseñanza en todos los niveles es una conquista que se debe respetar. Forma parte del movimiento mundial por el avance democrático, la igualdad y la justicia. Como se sabe, Europa, a diferencia de Estados Unidos, considera deber del Estado la educación gratuita. En Alemania, verbigracia, los estudiantes universitarios sólo pagan una suma modesta para seguro de salud.En Finlandia, el país de mejor nivel educativo en el mundo, la gratuidad es absoluta. Los maestros de primaria y secundaria tienen buenos sueldos y los alumnos, desde libros hasta lápices gratuitos. Todos los estudiantes tienen derecho a una comida caliente.La gratuidad de la enseñanza, desde el jardín hasta la universidad, es emblema de civilización. Hay que reforzarla.
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